
Agradezco a Flor el cariño con el que me recibió y me trató, hizo sentirme como en casa. Lo necesitaba.
Pude saborear el momento, cada cuento, cada mirada de aquellos/as niños/as que impacientes de historias escuchaban sin interrupciones.
Y todo terminó alrededor de un café, una buena charla y unos ricos roscos dulces caseros, bien ricos, como los de mi madre, que de nuevo me hicieron estar en casa.
En definitiva, fue una de esas tardes que uno quisiera que fueran eternas.
Gracias!
No hay comentarios:
Publicar un comentario